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Mostrando entradas de abril, 2014

SILENCIO

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Foto: Cortesía de Ana Lara Todas las tradiciones contemplativas han encontrado en la práctica del silencio uno de los fundamentos de la meditación. El silencio no es ausencia de ruido. Como dijo Marco Aurelio: "los ríos más profundos son con frecuencia los más silenciosos". El silencio es una actitud. Es una decisión libre de callar, de detener el discurso verbal y mental en la medida de lo posible. A mí me cuesta callar, siempre me ha costado. He vivido varios años en un monasterio donde debía guardar silencio y uno se acostumbra, pero el silencio interior... El evitar el juicio, el dejar pasar los sonidos como si fueran la banda sonora de la vida, sin detenerse en ellos el resonar con los sonidos de la vida sentirlos en el corazón, percibir nuestro cuerpo como un instrumento insertado en la totalidad de la realidad es otra cosa. En el zen tanto el silencio, como la palabra pueden servir para quebrantar el hábito de la conceptualización. Cuando un monje le preguntó a

AGUA VIVA

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En nuestro imaginario ancestral, el agua ha significado la vida. No se trata de un símbolo aleatorio, es evidente que nuestra supervivencia como seres vivos ha estado vinculada al agua ya que somos mayormente agua, Pero, al igual que el agua fluye y nunca es la misma, no se detiene nunca y adopta la forma de cualquier recipiente con total flexibilidad, nuestro ser fluye igualmente sin detenerse un instante: de nuestro ser hoy hacia a nuestro ser después. Nunca somos lo mismo. Si tenéis alguna duda al respecto basta poner una fotografía vuestra de hace unos años en el espejo y ver la diferencia. Una fuente constante de sufrimiento es resistirse al cambio. Al cambio de los años, sin duda, pero también al cambio de trabajo, al cambio de ciudad, al cambio de colegio, al cambio... Nuestra sociedad nos propone como modelo la estabilidad, la fijación a los principios inmutables. De jóvenes se busca la innovación, la mente es más flexible y dinámica, luego poco a poco uno se va resistiend

DESIERTO

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Hoy, como tantas otras veces en mi vida, la sentada ha sido un desierto, árido y lleno de fantasmas y espejismos. Un aluvión permanente de pensamientos sin control, dolor en una rodilla que tengo un poco dañada y miedo. Una sensación de angustia que una y otra vez me ha asaltado en forma, unas veces de pensamientos, y otras de puras sensaciones. Una especie de vacío que se vuelve náusea al ascender y crea una pequeña taquicardia al descender, junto al inspirar y espirar. Una y otra vez. Es de esas veces que cada respiración es un acto de consciencia contra viento y marea. Vamos, otra vez y otra, y otra más.Vamos. A lo largo del ejercicio he estado a punto de parar el reloj (siempre medito con reloj de cuenta inversa y lo pongo a 45 minutos) varias veces. Me he sentido en varios momentos como Ulises atado al mástil del navío y oyendo esos cantos de sirena enloquecedores que pugnan por sacarte de tu lugar y abandonarte a toda suerte de impulsos escapistas de la realidad. Es como un

EL GUSTO ZEN

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El fin de la práctica zen no es un estado a conseguir, ni una meta a alcanzar, sino ver simplemente lo que ya es. Ver en la realidad en su propia naturaleza. La pregunta que nos hacemos a menudo es ¿Por qué tenemos tan afianzada una visión y experiencia de la realidad tan lejana de lo que es en realidad? ¿Por qué vivimos la experiencia bajo la ilusión? Sin duda estas preguntas pueden sorprendernos, pero más importante es el hecho de podernoslas hacer. Si no las pudiéramos  hacer viviríamos en la ilusión de forma permanente e irremediable con el consiguiente sufrimiento, pero al generar la duda en nosotros, al preguntarnos si podemos experimentar la realidad de otro modo abrimos una puerta hacia la experiencia de libertad que nace del alumbramiento de la sabiduría de la conciencia de ser, del puro ser. A esto se le llama "el gusto zen de la realidad". Este gusto zen se muestra en la conciencia permanente de los pequeños detalles. En la forma de hablar, en el momento de ha

"LA VIDA ES AHORA" Bárbara Porter

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En efecto, el título con el que empieza este post no es original. Hace referencia al título de un libro de la psicóloga Bárbara Porter de Chile. Y viene a cuento porque ayer asistí a una conferencia suya en Viña del Mar organizada por El Mercurio de Valparaíso. El tema que trató fue: mindfulness en la vida cotidiana. Conciencia plena en el día a día. Sin duda un tema que se aproxima mucho a la práctica zen. El zen, al igual que otras muchas tradiciones contemplativas tiene como punto de partida la experiencia de otro para después sumergirse en la experiencia propia. De esta manera se crea un círculo de retroalimentación, a medida que crece mi experiencia más entiendo la del "otro", entendiendo por otro el que tiene más experiencia. Ayer Bárbara demostró experiencia y sencillez. Su didáctica exposición hizo muy ligera la aproximación a la práctica de mindfulness y su precisión y matización demostraron finura en la experiencia. Yo me quedé especialmente con el título de su

AMOR

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Yo te amo, tú me amas. Eres Mi amor. Estas palabras están llenas de referentes yo-tú, de posesivos, de...apego en último término. Hoy es Jueves Santo, muchos creyentes cristianos celebran el núcleo de su creencia basada en el mandamiento del amor: Amaos como yo os he amado, en frase de Jesús de Nazaret. Amor es una palabra muy manida. Tiene tientes románticos, sensuales, sentimentales, altruistas. El amor, es muchas veces una excusa para cubrir el vacío interior y el deseo de reconocimiento. Pero el amor profundo es el que no distingue entre amante y amado, entre amigo y enemigo y eso sólo es posible desde la experiencia de la conciencia no dual. Ese amor se vuelve universal de suyo, ya que no tiene objeto, pues no hay distinción entre sujeto y objeto. No hay yo que ame, por ello ese amor puede suponer dar la vida por el otro, ya que tampoco hay un otro. Los grandes seres han superado la distinción de su yo encerrado en sí, y por ello su amor compasivo se ha difundido como los ray

IMPERMANENCIA

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En Chile hemos vivido estos días una tragedia de grandes proporciones. Los que además nos encontramos en las proximidades de Valparaíso y hemos recorrido sus calles y plazas pintorescas y conocemos la personalidad marcada de los porteños, su espíritu cosmopolita y su creatividad e imaginación nos sentimos golpeados por la tragedia vivida, más allá de causas posibles y análisis técnicos, la tragedia humana se impone y es ella la que nos golpea la mente. La imagen del fuego devorador sin piedad, sin lógica alguna en su impulso contínuo destructor nos coloca una vez más ante la impermanencia de las cosas. También de nosotros mismos. Llevo más de 25 años practicando zen y siempre que mi práctica me aproxima a la experiencia de la impermanencia, a la experiencia de no-yo a la ausencia de identidad esencial de la realidad, siento una mezcla de paz sublime y libertad interna, a la vez que inseguridad e incertidumbre, todo a la vez. Seguro que me queda mucho en el camino de la sab