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Mostrando entradas de mayo, 2014

LA OLA ES EL MAR

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Esta mañana cuando nos hemos levantado no hemos podido evitar sentir la inmensidad del Océano Pacífico frente a nosotros. Sin duda, el nombre no se corresponde con su bravura y fuerza. En el horizonte se dibujaban las sombras de las olas como serpientes marinas, como lo que los antiguos llamaban Leviatán, nombre que ya de por sí da miedo. Y en la orilla, el rompiente transforma la sombra en luz, lo oscuro en blanco inmaculado, la serpenteante imagen deslizada en fuerza de espuma y energía desplegada casi sin límite. Ante este paisaje matutino en mi interior ha brotado la voz del maestro Willigis: "la ola es el mar" Esta frase que resume su experiencia vital y que ha sido faro señero para tantas personas entre las que me incluyo. En efecto, la ola es el mar. No existe ola sin mar, no hay separación entre lo que parece una forma distinta con su serpenteante sombra, su aparente vitalidad, su encrespada expresión de autonomía y el mar inmenso que la sostiene. La realidad es

TIC TAC TIC TAC

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Antes de seguir leyendo, mira por favor la foto. ¿Qué te sugiere?... Siempre me han impresionado esos relojes de torre. Allá en lo más alto de un pequeño pueblo o en la plaza de una ciudad como guardianes vigilantes del tiempo. Ton..Ton...Ton...Es como si desde su altura nos marcasen el paso a los humanos recordándonos que estamos en medio de una medida de la vida, de una vida que pasa instante a instante y que se dirige hacia su término. Pero mi experiencia es que el tiempo, en realidad no existe. El tiempo es sólo el resultado de la fijación de nuestra mente a un instante y luego a otro y a otro... y luego la comparación con otro que quedó en nuestra memoria y el juicio de si este es mejor o peor y de este modo terminamos por poner números a esos momentos de experiencia y creamos un reloj que colocamos en una torre para que de esta manera, todos nosotros al mirarlo podamos comparar lo que vivimos con lo que hemos vivido y con lo que tenemos que vivir. Ahora bien, el tiempo que

¿IMPERFECCIÓN?

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¿En qué te has fijado al ver esta imagen? ¿En las 6 picas doradas, perfectas, idénticamente recortadas en el azul del cielo o en la que falta?. ¿Vemos más lo perfecto o lo que está roto? ¿Nos detenemos en lo bello, en los mil detalles de vida que nos rodean, desde poder respirar con salud o con más salud que enfermedad mañana tras mañana, o por el contrario nos fijamos en esa molestia o incomodidad que nubla nuestra visión de la totalidad? Piénsalo. Estamos programados para detectar lo que no tenemos, lo que nos falta lo que podríamos tener, lo que perdimos... mas que lo que tenemos. Y así sufrimos, porque vivimos en la carencia y en el sentimiento de pérdida. Con nuestra educación hemos creído que el progreso se basa en la dinámica de carencia-deseo. Si detecto lo que no tengo, surge la necesidad de tener (deseo) y con ello me pongo en movimiento para conseguirlo y así indefinidamente. Esto es "progreso" (en latín significa caminar hacia adelante). Pero qué ocurriría si

MAESTRA FLOR

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Quiero compartir una experiencia que viví anteayer. Se trata de una experiencia totalmente mindfulness, o de plena conciencia. Anteayer fue un día complicado, de esos en los que los acontecimientos y el trabajo se apelotonan y parece que no te va a llegar el tiempo y estás a punto de sentir que todo va a ser un desastre. Es decir, el típico día en el que dirías el refrán "por si éramos pocos.. parió la abuela". En efecto, a las 15 horas me encontraba ayudando a mi mujer a montar un evento, llevando cosas de un sitio a otro, que si en el coche, que si andando porque no caben, con la premura de la hora que se echa encima. La tensión en el aire, ahora falta esto, ¿Dónde está lo otro? Corre para allá... Bueno, creo que no necesito extenderme en la descripción. Todos hemos tenido días así, esta parte la conocemos muy bien. De repente, en ese ir y venir apurado, pasé junto a unas flores con un perfume dulce e intenso que sin yo saber cómo, impactaron en mi mente llenándola só

SALIR DEL TÚNEL DEL EGO

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Nos pasamos la vida encerrados en este túnel. Sin duda, es útil. Nos sentimos protegidos, seguros. Vemos cierta luz, tenemos el control, sabemos dónde empieza y dónde acaba, y como los condenados de la caverna de Platón nos hemos acostumbrado a ver el mundo a través de la pequeña oquedad donde se representan sólo las cosas que nuestro túnel permite. Mi maestro Willigis Jaeger siempre dice que el ejercicio de zazén consiste en salir del túnel del ego. Ahora bien, salir del túnel del ego no es ir a otra parte, se trata de un salir mental, se trata de darse cuenta de que ese túnel. al igual que el capullo de una oruga. lo hemos ido construyendo nosotros día a día, con la fina seda de las creencias y el lenguaje. Un día pensamos, ¡Me quieren! y esa creencia provocó un sentimiento agradable y se afianzó en nosotros. Otro día pensamos, ¡Le importo a alguien! después vinieron el yo soy importante, yo sé muchas cosas, quién se cree ese que es, él no sabe quién soy yo, yo yo yo ..... Cada i

DÍA DE LA MADRE

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Podría ser Lucy la madre de todos En el mes de mayo se celebra el día de la madre. Hoy en México mañana en Chile y el pasado domingo en España, países con los que estoy especialmente unido. Todos los seres vivos tenemos una madre porque la vida se extiende eslabón a eslabón. Dedicar un día a tomar consciencia pública de nuestro vínculo con la vida a través de nuestra madre está bien. Pero, en realidad, nuestra madre la llevamos puesta en todas y cada una de nuestras células. Puede que haya personas que tengan problemas con sus madres, incluso que no sean capaces de perdonarles actos concretos o aspectos de su propia relación personal como adultos, pero no debemos olvidar, -y eso es lo más importante,- que un día fuimos ella. Allá en lo más recóndito de su ser brotó nuestra incipiente vida, en el momento en que su cuerpo estaba preparado y dispuesto, nosotros fuimos ella, parte de ella, fuimos regados con su sangre, fuimos respirados con su respiración y durante un tiempo nuestra

SERGIO LARRAIN, Una mirada que atraviesa la vida

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Cortesía Exposición Santiago Sé que es un título un poco largo para lo que tengo por costumbre en este blog, pero estoy seguro de que lo vais a entender perfectamente. No sé muy bien por qué, pero no es la primera vez que encuentro un vínculo entre la mirada contemplativa y la fotografía. Valgan como ejemplos Dokusho Villalba, que tiene una gran colección de instantes zen o también Matthieu Ricard, monje budista tibetano de origen francés que ha publicado varios libros de fotografía entre los que destaca Tibet un viaje hacia el interior.  La fotografía que hoy quiero comentar y que me ha impresionado profundamente es la del artista chileno ya fallecido Sergio Larraín. Un hombre misterioso, que un día después de alcanzar las más codiciadas glorias del reconocimiento en el arte de la fotografía (ya en 1959 era miembro asociado de la prestigiosa agencia Magnum) decidió retirarse al pueblo de Ovalle donde se dedicó a enseñar yoga y a escribir algunos libros que repartía entre lo

ILUMINACIÓN

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Durante miles de años el ser humano ha tenido un anhelo de perfección, de salvación, de alcanzar un estado que le permitiera superar las limitaciones de cada día. Este anhelo se ha traducido en preceptos morales: "tengo que hacer y comportarme correctamente"; en prácticas ascéticas: "Tengo que controlar mis impulsos y mis emociones negativas"; en búsqueda de sabiduría: "Tengo que conocer bien las tradiciones espirituales para incorporarlas en mi vida" o bien en prácticas rituales que me conecten con el más allá de alguna manera y que me permita hacer este más acá un poco más llevadero. En el fondo queremos ver a nuestro yo puro y perfecto sin nada de lo que avergonzarnos. Pero la verdad es que los grandes maestros espirituales nos han transmitido algo diferente. Todo está bien. Lo que hay es perfecto, porque es lo que hay. ¿Cómo poder combinar este anhelo de perfección con la experiencia espiritual de que todo es perfecto? Sólo hay una manera, cambiar

EL MAESTRO CUERPO

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Habitamos un cuerpo durante un montón de años. De hecho la vida es tal, en nuestro cuerpo vivo. La tradición occidental en la que he crecido sólo ha visto el cuerpo como un instrumento, y desde el punto de vista espiritual, como algo estorboso y en cierto modo objeto de doma y castigo. Occidente se ha movido siempre bajo el dualismo alma (psiché) y cuerpo (soma) como dos entidades separadas. La práctica zen nos muestra que no hay tal diferencia. Somos un alumbrar de conciencia en una materia inserta en un universo. Nuestro cuerpo, aunque aparentemente definido y limitado, lo es por la percepción que él tiene de si mismo. Porque tiene un sistema orientado a preservar ese cúmulo de células vivas interdependientes cuya función es prolongarse en otro cuerpo y así en otro y en otro... Esa es la función última de nuestra mente, preservar el cuerpo. Pero al meditar, detenemos el cuerpo. Volvemos la mente sobre sí misma, tomando conciencia del cuerpo entero empapando todo, como si la conc