FELICIDAD

"No hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino" Lao Tse

Esta es una de las frases que más me gustan sobre la felicidad y que he ofrecido a mis alumnos para debatir.
Aristóteles habla de que la felicidad es perfecta y autosuficiente, es el fin de todo cuanto hacemos. (Eth. Nic.)
¿Es el camino... es el fin? ¿En qué quedamos?
Cierto es que la felicidad es el impulso vital y por tanto es el impulso último de toda acción humana. El problema es que para unos la felicidad es quitar de en medio a alguien que estorba y para otros conseguir el placer sensual. Para unos la felicidad es acumular conocimientos y tener la sensación de control gracias a la información y para otros es ir al mejor restaurante, hacer un crucero, tener un Mercedes Benz SLS-AMG.
En efecto, el ser humano está muy confundido. A diferencia de los animales cuya conducta está determinada por su sistema cognitivo-perceptivo que reacciona al medio en el que se encuentra, el ser humano tiene que interpretar lo que hace, tiene que valorarlo y creer que en ello está su felicidad para poder actuar.
Muchas veces decimos que actuamos impulsivamente, cuando queremos decir que actuamos inconscientemente, lo que no es lo mismo. Cuando actuamos inconscientemente la interpretación sobre la felicidad, es decir sobre la razón de la acción se hace de forma inconsciente. Esto implica que son resortes internos, a veces no integrados, los que determinan el grado de felicidad que nos aporta la acción. Sin duda que en toda acción siempre hay una recompensa una cierta plenitud un sentido de satisfacción, pero eso no es la felicidad.
Porque lo que entendemos por felicidad tiene una característica que hace que muchas veces nos parezca inalcanzable y es el sentido de permanencia. Lo que Aristóteles llamaba perfecta y autosuficiente. Eso que no depende de otras cosas, que es feliz por sí mismo.
Esta dimensión nos traslada más allá de la acción, entendida como una hecho de alguien para algo. Este nivel de la felicidad nos sitúa en el ser que está siendo y que es instante a instante.
Y es justo en ese instante fugaz que a penas llega ya se fue es donde se manifiesta la felicidad como conciencia de ese ser fluyendo en todo y con todo. Esa felicidad es a la que se refería Lao Tse cuando hablaba del camino.
Normalmente es difícil percibir ese flujo tan veloz del instante. Y lo es porque nuestra conciencia es lenta. Nuestro yo analiza, compara, se remonta a la memoria y se proyecta al futuro y por eso pensamos que seremos felices al final del camino, cuando llegue a ese punto. Pero si no soy capaz de experimentar cada punto, cada instante, el punto al que quiero llegar también se me escapará sin darme cuenta.
La felicidad depende de la conciencia del momento presente. Y cada momento es diferente. No podemos retener la realidad. El tiempo es implacable. Por hermoso y placentero que sea lo que estoy viviendo ahora, se va a diluir como la arena entre las manos y dará lugar a un nuevo instante. Si mi mente se queda en el que pasó...me pierdo el siguiente, si está esperando el que ha de venir...no llegará nunca.
La felicidad es una cuestión de conciencia, de presencia en el momento, en el instante que vivimos. Y en un instante, por mínimo que sea, la conciencia puede ser infinita. La conciencia se puede dilatar más allá del tiempo porque escapa al tiempo.
Por eso la felicidad auténtica es trascendente. Esto quiere decir que trasciende mi ego individual sujeto a la dimensión interpretativa de mi lenguaje y del espacio tiempo.
En el marco del ego puede haber placer, contentamiento, alegría, incluso mil emociones que parecen felicidad pero que tan pronto llegan se van.
En el zen existe la risa del maestro. Esa carcajada espontánea y natural. Expresión de una alegría explosiva que rompe, en muchos casos, la formalidad y el ritualismo. La gran felicidad brota igual que la carcajada de la experiencia fuera del marco de comprensión del ego. La experiencia de que todo es y nada falta, por tanto nada hay que esperar, nada sobra, lo que hay es lo que es.... cuando pensamos que nos falta algo que no tenemos algo...JAJAJAJAJAJAJAJAJAJ resuena la carcajada del maestro.

Comentarios

  1. Me ha encantado como has explicado lo de la conciencia expandiéndose en una breve fracción de tiempo, es una experiencia que me ha ocurrido (aunque yo ya no estaba) y que no se me había ocurrido que funcionara así.
    Al hilo de lo que dice Lao Tse añadiría, el camino hacia la felicidad presupone una infelicidad que sólo se disolverá cuando aprehendamos que no se puede avanzar hacia ella. Mejor quedarse parado, hemos llegado ya pero la niebla no nos deja ver. Si estamos tranquilos puede que ésta se levante y veamos.
    Un abrazo sincero de un lector fiel

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