DISCIPLINA

Disciplina es una palabra que asociamos con el mundo militar,  con la educación, con el deporte. Disciplina suena a rigor, a doblegar la voluntad, a someterse a otros.
En el Zen, la disciplina es muy importante pero sólo externamente parece acomodarse este concepto a lo que hemos enunciado anteriormente. 
Cuando miramos una abeja polinizando, libando flor tras flor, repitiendo incesantemente su ritual... diríamos que son disciplinadas y constantes. Pero no por una voluntad férrea, sino por su naturaleza.
La disciplina zen nace de la experiencia de la propia naturaleza. No consiste en hacer cosas, cosas especiales, sino en hacer de forma especial todo lo que se hace.
Esta es la esencia de la disciplina, hacer desde otro lugar.
Lo que rompe la disciplina, en general, en la vida ordinaria es precisamente la mente agitada por los deseos y temores. Uno empieza algo con alegría. Piensa, qué interesante es esto (un trabajo, un deporte, una afición, etc.) pero enseguida la mente se escapa de la acción.
Mientras hago algo estoy pensando en otra posibilidad. Veo una película en el cine que elegí por ser un Thriller y oigo las carcajadas de la película de la otra sala y pienso ¿no habría sido mejor ver una comedia? La disciplina no es fortalecer la voluntad contra lo que uno desea, sino unir en el acto mismo acción y deseo hasta hacer que ambos desaparezcan como algo distinto a nuestra naturaleza. La esencia de la disciplina es responder a la pregunta ¿Qué soy realmente? Porque nada, absolutamente nada de cuanto hago me es ajeno.
Por eso en la tradición zen no hay actos buenos, malos, aburridos o divertidos. Todo es lo mismo. La iluminación puede suceder meditando o barriendo el pasillo. Contemplando la más hermosa naturaleza o sacando el estiércol del establo. 
La esencia de la disciplina está en la grandeza de lo que en este momento mi naturaleza está expresando aquí y ahora. ¿Y qué expresa esa naturaleza? Expresa el ser siendo consciente, y ¿Qué es eso? Eso es todo. ¿Cómo todo? sí todo y siempre lo mismo. 
Por eso cuando surge la  distinción de mi mente se rompe la disciplina y la acción se oscurece y enturbia. Huang Po, un monje Vietnamita lo describía así: Todos los signos y todas las marcas, todas las comparaciones y todas las discriminaciones. Es lo que es; si se intenta concebirlo, lo perdemos. Ilimitado como el espacio no tiene límites ni puede ser medido es el espíritu de la unidad del ser-así; es la naturaleza de Buddha.
La disciplina está unida a la paciencia porque la paciencia sujeta la mente para aceptar y experimentar cada instante con lo que tiene, evitando el juego que busca momentos más satisfactorios para el ego. El zen nos enseña el sentido más profundo de la disciplina que se ha manifestado en miles de expresiones culturales como el Ikebana o arte floral o el Tai Chi, su fundamento es la atención sostenida, instante tras instante hasta conseguir que no haya un antes y un después, un ahora y un luego. El sentido más hondo de la disciplina no está en el exterior, en las mayores o menores adversidades que uno vive, sino en el juego de la mente que constantemente intenta escapar de la realidad presente pensando que otra será mejor.
Cada vez que miro cómo esas abejas trabajan incesantemente con absoluta perfección, yendo de flor en flor, impulsadas por sus genes y moviendo sus cuerpecillos perfectamente diseñados para libar y polinizar las flores sin detenerse sin agotarse repitiendo su gesto una y otra vez siento la confianza profunda en la naturaleza y las limitaciones que nuestra mente juguetona nos impone. Meditar es el camino para descubrir la disciplina de nuestra naturaleza más allá de la mente,

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