DOLOR

Este fin de semana me lo he pasado sumido en el dolor y compartiendo dolor con otras personas que como yo nos hemos tenido que ir a Urgencias. 
El dolor nos acompaña desde el nacimiento como un fiel compañero. Es como un permanente aviso: "algo no va bien". En muchos casos no sabemos por qué surgen determinados dolores, o por qué nuestro organismo reacciona de determinada forma ante nuestras circunstancias personales. El dolor no es ajeno a ninguno de nosotros. Y no sólo el dolor físico como ha sido mi caso, atormentado por una migraña aguda que me ha dejado fuera de juego dos días, sino también el dolor moral. ¿Acaso no duele la muerte de un ser querido? O el dolor de la humillación, el dolor y la rabia de la injusticia... sin duda estamos rodeados de dolor, pero ¿Qué nos enseña el dolor?

Dolor y sufrimiento no es lo mismo. El dolor aflora a nuestra conciencia de forma natural. Es la respuesta biológica que tenemos inscrita en nuestra naturaleza para preservar nuestra individualidad. El dolor responde a algo que no está en orden, por lo que es una invitación a restaurar la armonía perdida. Detrás del dolor hay hábitos, actitudes, impulsos, y en muchos casos, simplemente la estructura corporal heredada y fruto de generaciones. Nuestra sociedad nos ha ido haciendo intolerante ante el dolor. Cuando asoma sólo queremos que desaparezca. Así me pasó a mí. Me pasé un rato pensando ¿cuándo hará efecto el analgésico? Luego, cuando el dolor se suavizó empecé a respirar el dolor. Esta forma de conectar con el cuerpo no me alivió de primeras pero me ayudó a percibir el lenguaje del cuerpo. Tras el dolor está la tensión, tras la tensión, muchas emociones ocultas: miedo, exigencia, preocupación, rechazo a la emoción misma. Todo eso el cuerpo lo fija en forma de contracturas que provocan el dolor. El dolor me mostró ese misterio tan sublime de la interacción mente-cuerpo. No tanto el que se da a nivel consciente sino el espontáneo el que se da en el plano más biológico, el del cuerpo pensante o la mente corpórea. Somos una especie de interfaz en el que cuerpo y mente, se influyen tan sutilmente que nada que ocurra en nuestro cuerpo deja de tener un impacto en nuestra mente y al contrario.
Por eso en la práctica meditativa se incite tanto en el cuerpo. El cuerpo es el terreno de la experiencia y desde ahí la mente se orienta. Conociendo el cuerpo podemos también actuar en la mente, pero no en la mente pensante, en la analítica, sino en la mente anímica, la que sostiene la viabilidad del cuerpo la que se preocupa de que la vida continúe  la que nos avisa con dolor para que podamos tomar conciencia de la armonía que nos rige y que se manifiesta tan sutilmente que cuando nada nos duele ni nos damos cuenta. La salud es la vida expresando su armonía en nosotros. Apreciarla es agradecer la vida instante a instante

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