DIAS DE RETIRO ENTRE BRUMAS Y SILENCIO

TEner la posibilidad de dedicar cuatro días intensos a hacer un retiro es una suerte y me siento afortunado de haber podido dedicar este tiempo a la práctica de zazén intensivo.
Quiero compartir con todos los lectores mi experiencia de estos días con el único propósito de animar a aquellos que practican la meditación a buscar momentos de práctica intensa. Es evidente que la práctica habitual nos acerca día por día a una actitud ante la vida y a una forma de mantener la conciencia en los momentos cotidianos en los que la mente juega siempre un papel de enganche con los pensamientos y emociones que derivan de la interacción con lo que nos rodea.


La meditación cotidiana nos permite constatar ese vínculo y poco a poco hacer presente en nuestra experiencia vital que "eso" no es más que un juego de algo aparente e ilusorio. El pensamiento no cesa, y sólo en la medida que nos damos cuenta de ello podemos, con paciencia, centrar nuestra atención en el silencio interno que surge entre pensamiento y pensamiento. Incluso también poder "intencionalmente" plantar semillas de pensamiento que nos ayuden a hacer que los pensamientos que surjan nos favorezcan acciones integradoras que nos permitan erradicar el sufrimiento.

En cualquier caso, el comienzo del proceso de liberación consiste en la desidentificación con el pensamiento. La mente provee de numerosos contenidos de conciencia: pensamientos-emociones con las que de inmediato se crea un vínculo por medio del sentido de ego. Yo soy quien tiene que hacer esto, quien siente esto, quien recuerda esto, quien analiza, juzga o programa esto. De este modo, el contenido se convierte en el sustento de mi yo que se identifica con ello.

Nuestra vida consiste en hacer cosas. Identificamos vivir con hacer. Trabajar, comprar, hacer deporte, amar, hablar, discutir, viajar. Entre medias, también comer, asearnos, cuidar nuestro cuerpo etc. Hacer, hacer, hacer. En cada una de estas y otras mil actividades que puedas imaginar también tienes múltiples "haceres" que se desgranan uno tras otro como una red espesa que va tejiendo la vida poco a poco. 
Todas esas acciones están precedidas y proseguidas de pensamientos de identificación. De planes, juicios, análisis, deseos, representaciones, recuerdos recriminatorios, memorias añorantes etc.

Este es un proceso constante en nuestra vida, pero cuando uno hace un retiro se producen experiencias que significan un salto al vacío. Cuando detenemos el HACER y nos abismamos en el SER, simplemente ser lo que somos en verdad. Cuando se van cayendo las capas que nos envuelven y con las que nos identificamos una y otra vez la realidad empieza a volverse brumosa como las mañanas del invierno. Todo se difumina y va perdiendo contorno y definición y nuestra relación con la realidad cambia. No me pregunten por qué, porque no lo sé, pero a medida que la forma se disuelve en el vacío nace un sentimiento de paz profunda y límpida que sustenta un vínculo hondo y sólido con todo y más allá de un yo y una realidad. Es como si el yo fuera la única realidad que se extiende más allá del sujeto individual que soy.

Practicar más intensamente nos abre a la oportunidad de ver la realidad más claramente y eso puede parecer paradójico, ya que cuanto mayor y más densa es la niebla que lo envuelve todo más clara es la visión de la realidad luminosa que está en medio de toda forma y apariencia. Basta darle un poco de tiempo para que aflore a través de los enredos de nuestra mente.


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