Cultivar la Sabiduría


Cultivar la Sabiduría ha sido desde la antigüedad el objeto más preciado del ser humano y el hilo conductor de lo que hoy día llamamos "filosofía perenne".

Durante muchos siglos, cada cultura desarrolló una manera de cultivar la sabiduría basada en sus cosmovisiones y creencias pero en todas ellas aparecen elementos comunes que nos hacen ver que la sabiduría es un patrimonio de la humanidad y no de esta o aquella cultura. 
Cultivar la sabiduría no es tener erudición, ni acumular conocimientos ni tampoco reflexionar sobre el origen de la realidad o la manera en que nos relacionamos con ella. La sabiduría es "saborerar" la experiencia. No es describir la manzana, ni saber su origen o tipo de variedades ni conocer la tierra en la que se cultivó... es morder la manzana, cerrar los ojos y dejarse inundar por su sabor, olor y textura. Estos pequeños momentos de la vida son sabiduría. Pero ¿por qué no somos sabios? Porque esos momentos son fugaces y siempre hay algo que nos saca de ahí y no vuelve al mundo de la mente que encasilla y juzga. Veamos ese momento de sabiduría. Dice el maestro zen Thich Nhat Hanh: 
"sentarse a meditar no tiene por objeto pensar, reflexionar, o perderse en el campo de los conceptos y de las discriminaciones; tampoco es quedarse inmóvil como una piedra o como un árbol. ¿Cómo evitar de modo equidistante los dos extremos que son la conceptualización y la inercia? La solución está en permanecer en el seno de la experiencia de la realidad, bajo la luz de la conciencia del ser. Experiencia directa y conciencia de esa experiencia".


Ahora bien, esa experiencia de morder la manzana demuestra que la sabiduría está en nuestro interior, que todos tenemos esa capacidad y que no se trata de alcanzar nada que esté en algún lugar recóndito y difícil de adquirir. Llegar a ser sabio es conectar con la experiencia de la realidad bajo la luz de pura conciencia del ser. Ser sabio es recuperar la mirada infantil que se abre sin prejuicios a la experiencia con la intensa curiosidad de qué es lo que tiene delante. Dicho esto así podría parecer que la sabiduría es regresiva, pero no. Porque se trata de integrar esa mirada en la mirada de la conciencia ampliada que sólo un adulto puede tener: la conciencia del ser. 
Pero la sabiduría además de la relación que establece con la experiencia en cada momento, insertando la conciencia del yo concreto y de experiencia individual en la la conciencia de ser, tiene también una dimensión activa. Sabiduría no es sólo "saborear" sino también "saber a qué atenerse". Recta acción. Esta recta acción no es fruto del análisis de posibilidades y evaluación de beneficios y daños. La recta acción que nace de saber a qué atenerse brota del hecho de saborear la experiencia.
En un estudio sobre adicciones y mindfulness el profesor Judson Brewer: 
https://www.ted.com/talks/judson_brewer_a_simple_way_to_break_a_bad_habit?language=es
habla de que para dejar de fumar no explicaban los perjuicios del tabaco, sino que hacían que la gente fumara con plena consciencia. Al experimentar el "sabor real" del tabaco les daba tanto asco que simplemente dejaban de fumar. Saber a qué atenerse es obrar en consecuencia desde la experiencia del ser y con lo que soy de verdad.
Por eso la sabiduría lo que permite es volver a casa. Es experimentar lo que realmente soy y por ello es muy gratificante. Amar la sabiduría no es otra cosa que experimentar que lo que soy es maravilloso y que todos los juicios y críticas sobre mi persona y sobre los demás sólo vienen de una imagen deformada que mi mente ha construido con retazos de la realidad. A esto es a lo que en el budismo se denomina "avidya" o "marigpa", es decir ignorancia, que como contraposición de la sabiduría no es no-saber, sino un conocer tergiversado que oculta la verdad de lo que somos. 
Hoy día más que nunca se impone la necesidad de cultivar la sabiduría por medio de detener nuestra mente en esos destellos de verdad y establecerla más y más en la experiencia del ser. De este modo, nuestra vida tendrá una dimensión más honda y cada acontecimiento por insignificante que parezca penetrará en nuestra conciencia de forma plena y con sentido. Esa es la puerta de la felicidad y sólo así podremos superar el sufrimiento que deriva de la experiencia de impermanencia que tanto nos angustia.


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