CAMINO HACIA LA SABIDURÍA

¿Por qué la práctica de estar simplemente inmóvil puede cambiar tu vida?

Esta pregunta me la han hecho muchas veces. Hasta ahora sólo nos podíamos remitir a la experiencia histórica. Es evidente que hablar de inmovilidad, sin más, es un reduccionismo, pero en la tradición zen se usa la expresión "estar simplemente sentado". En realidad a lo que apunta esta expresión es a que la mente repose en la acción sea ésta cual sea. En ese sentido, inmovilidad no es detener la acción o el movimiento que surge de la continua impermanencia sino acompasarlo y fluir con él, momento a momento.

Pero, aun así, ¿qué contiene esta práctica para cambiar mi vida? Esta pregunta es clave, no sólo para ser constante en el ejercicio meditativo sino, para extender la actitud y la intención al resto de actividades de nuestra vida. Alguno puede pensar: cuando me enfrento a mi vida, es como si la meditación quedará en un rinconcito, en una especie de paréntesis temporal y poco a poco se desconecta de la vida tal cual

Es cierto que cuando uno visita un monasterio o un templo en el que todo el grupo humano se esfuerza en la práctica de forma intensa y constante, todo cuanto se hace allí adopta un carácter de ejercicio, y el "ambiente" (silencio, comunidad, alimentación, ritmo, estética, etc.) está ordenado para que la práctica sea lo más intensa posible. Pero no nos engañemos, el ambiente no es la práctica y sólo el ambiente puede convertirse en una coraza de complacencia basada en la mera apariencia. La clave está en la actitud. Así pues, volvamos a la pregunta inicial: ¿Que potencialidad hay en esta práctica para cambiar mi vida?

"la conciencia está modulada por la atención"


En primer lugar sabemos que la conciencia está modulada por la atención, por eso en el camino de la integración personal descrita por las tradiciones contemplativas el comienzo es el entrenamiento de la atención. Sólo soy consciente de aquello que mi atención enfoca. Lo que ocurre es que la mayor parte del tiempo la atención está enfocada a elaboraciones mentales proyectivas (pasado, futuro, hipótesis, etc.) fruto de las elaboraciones de la red atencional por defecto, cuyo campo de contenido es "lo posible". Esta realidad crea un desfase entre lo que vivimos, dominado en gran medida por nuestro subconsciente (piloto automático) y lo que atendemos, que es hipotético o virtual. La primera fase del ejercicio consiste en reducir esta distancia. Para ello usamos otro enfoque de la atención que es la concentrativa para que nuestra consciencia se haga eco de la experiencia real, momento a momento. Esto significa ser consciente de lo que está pasando ahora.

Lo que ocurre es que lo que está pasando ahora, la mayoría de las veces, no suscita demasiado interés. Porque la característica de la atención concentrativa es que necesita estar "emocionada". Cuando tengo que arreglar un objeto, por ejemplo, el ordenador, necesito mucha atención...pero tengo la esperanza y la emoción de conseguirlo. Cuando busco algo...lo mismo. Es decir, me concentro cuando espero una recompensa. Pero estar concentrado en respirar, o en las sensaciones del cuerpo al estar sentado inmóvil, me aburre, y a la mínima, mi atención se marcha a cosas más "divertidas". Observa la palabra, divertido o diverso es lo mismo que disperso o desviado. 

En el trasfondo de este primer movimiento subyace una ilusión fruto de la experiencia acumulada y es que la realidad con forma (sea de objeto, de emoción, de proyecto o de lo que sea) es la que me proporciona "sentido de lo real", es decir, "lo real" es la forma. Real es mi perro, un viaje, ese hotel en el que pasé unos días, el teclado del ordenador ahora que escribo o el olor a comida. Todas esas formas son lo real. 
Por eso, la atención va saltando de una sensación a otra, de un objeto a otro, para asegurarse que están ahí y que por tanto "nosotros" estamos en la realidad, gracias al vínculo que mi mente crea con la forma. ¿Pero, qué ocurre cuando la atención se fija en un punto y deja de saltar? Con la práctica cuando somos capaces de mantener la atención en un punto estable y sin variaciones aparentes, en la conciencia se forma "otra imagen de la realidad" al ir poco a poco disolviendo ese "vinculo" con la forma. No se trata de otra realidad. No se trata de algo que no estuviera ya desde antes y desde siempre, sino que en nuestra conciencia surge otra imagen y con ello otra experiencia de la realidad.

Cuanto mayor es la concentración en lo que está presente a mi conciencia momento a momento, sin importar lo que  me gustaría o no que estuviera ocurriendo, se inicia un proceso de "desautomatización" de patrones de experiencia. Es decir, van desapareciendo los pre-juicios y se afianza el surgir de la experiencia tal cual. Entonces, poco a poco, o a veces de golpe, la conciencia se sorprende con la experiencia de que la realidad no es forma estática y fija, sino un flujo de micromomentos de experiencia continua y dinámica. Las cosas no son fijas como parecía sino están en permanente movimiento.Y además la forma de las cosas depende de nuestro sistema cognitivo. Esta experiencia ya da una cierta sensación de vértigo por un lado, pero también nos permite reconocer que nada es como parece: estable, inmóvil, sino que todo es impermanente. Ahora tengo una emoción, un pensamiento, un dolor, una perspectiva etc. un instante después será diferente, aunque el cambio sea mínimo y sutil y a veces imperceptible. Si yo suelto, las cosas fluyen. A esto, la tradición budista primitiva lo llamó Anicca: impermanencia de todos los fenómenos.

Las cosas no son fijas como parecía en un principio sino que fluyen en perpetuo movimiento


Al perseverar en esta atención concentrada y entrar en esta dimensión fluida, la atención se abre a la totalidad fluyendo con ella. Todavía hay una referencia al yo, que se experimenta como si fuera un punto fijo en la movilidad total, cómo todo lo que le rodea. El yo sería como una barca en el flujo de la corriente del río. Antes estaba en una orilla, sujeta, experimentando la corriente (de la vida) como una fuerza contraria (a esto el budismo lo llamó Dukha: resistencia, sufrimiento), ahora, empieza a estar más suelta experimenta el flujo de la corriente moviéndose de un lado a otro, pero todavía mantiene cierta seguridad atada por un cabo. 

Por fin, poco a poco con la práctica se pierde el miedo a la experiencia de la impermanencia y se disuelven las resistencias (aunque esto no pasa de forma definitiva ni en poco tiempo, porque momento a momento, también se rehacen las seguridades y se reconstruyen patrones de anclaje). Es aquí donde empieza el verdadero entrenamiento en el "arte de lo sutil" y normalmente es un proceso espiral, parece que no avanzamos porque volvemos a encontrarnos en circunstancias que nos parecen una repetición de patrones y conductas que creíamos superadas, pero no es así, cada círculo de la espiral está en un plano diferente y aunque parezca que no avanzamos, cada círculo es más y más amplio.


Entonces llega un momento en que la barca rompe amarras y fluye con la corriente. Este es el punto en que la atención se sostiene de forma más o menos constante en el momento presente. Cuando esto se realiza de forma más o menos continua, la meditación y la vida cotidiana no se sienten separadas, ni tiempos distintos. La meditación es una actitud que surge en cualquier momento en el que la mente operativa no tiene que estar actuando. No requiere un esfuerzo, sino sólo la ocasión. Es en este momento cuando la conciencia empieza a adoptar de forma espontánea la mente de principiante. Cada instante es único, sorprende, no significa que el siguiente sea igual, no se proyecta, ni prefigura lo que vendrá, surge momento a momento, por lo que va creciendo la ecuanimidad, es decir, la emoción en su justa medida y en su propio sentido según la circunstancia. En este punto, el zen se convierte en una manera de vivir. Esto significa que lo que se hace se hace desde esta experiencia sea lo que sea, comer, caminar, hablar, callar, ir al baño, trabajar, enfermar o morir.

Ahora bien, el salto último en este proceso todavía no ha ocurrido. Cuando el ejercicio se intensifica y se mantiene constante hay un momento en el que, de repente, surge una experiencia totalmente diferente. Desaparece la conciencia como referente de un yo, de un alguien que percibe algo, aunque ese algo no sea fijo, sino cambiante. Entonces lo único que queda es silencio y vacío, un vacío autoluminoso que lo invade todo, lo contiene todo, pero que no se limita por nada. No podemos decir que hay un yo que experimenta. Tampoco un algo vivido o experimentado. No hay fenómenos en cuanto tal, sino interdependencia: flujo constante de todo. Pero al no haber un punto fijo de referencia el flujo, el movimiento, a la vez es inmóvil. Aquí falla el lenguaje. En este caso no hay ya una barca en el río, sino un bloque de hielo, que a medida que navega en el fluir de las aguas, se derrite y se reconoce agua en el agua. En esta experiencia el experimentador se sabe también ficticio o ilusorio. Es lo que se denominó Anatta. No se trata de un horizonte, o meta a la que aspirar. Es simplemente como las cosas son. Es la realidad con mil caras, con diversos puntos de vista, sin ni parcelas. Lo fragmentario cobra sentido en la totalidad sin exclusiones mutuas. Por eso el sutra del corazón dice: la forma es el vacío, el vacío es la forma. No hay separación, no hay oposición. La mente dual no lo puede entender, hay que ir un paso más allá: al terreno de la vivencia. Se trata de la gran empresa de la vida: desarrollar la sabiduría; encarnar la verdad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

NADA FALTA NI SOBRA

EL MANANTIAL DE LA SABIDURÍA

BELLEZA ESCONDIDA.