EXPRESANDO LA BELLEZA CON TODOS LOS POROS


El zen no es una filosofía, ni es una religión. La filosofía es aplicar la inteligencia a la comprensión y explicación de la realidad. En la filosofía sólo interviene la mente intelectual que crea unos modelos interpretativos que justifican las relaciones de las cosas entre sí y con nosotros. La mente intelectual se mueve entre análisis, hipótesis, síntesis, deducciones, causas y efectos. Pero la mente se encuentra separada de la realidad, como quien mira un espejo.Esta separación puede ser útil y productiva, ya que analizados los modelos nos permite aplicarlos a aspectos concretos de la vida y mejorarla, pero tiene sus límites.
La religión, en cambio, es una reestructuración emocional de la vida en base a una creencia que distribuye valores positivos y negativos a las cosas y a las acciones y que crea vínculos a través de rituales con entidades no visibles ni experimentables con los sentidos.
Por lo tanto, el zen ni es una filosofía ni es una religión. El zen no habla de "otra realidad" ni de hacer algo en función del juicio de bueno o malo. La esencia del zen es el despertar, dice Thich Nahat Hanh, por eso no se habla de zen, sino que se experimenta. El zen es experiencia. Pero no una experiencia mental, cognitiva, ni emocional. Es una experiencia que estremece todas y cada una de las células del cuerpo, desde una mente en calma y libre de la dinámica del deseo y del rechazo. Es igual que cuando una planta florece. La flor está allá en esa yema, en esa punta de la rama, pero es toda la planta la que se conmueve y se expresa sin interrupción reventando en la belleza de color y forma de la flor.
El objeto primero de la vida es ser vivida. Como seres humanos podemos también pensar en la vida  y eso nos ha ayudado a planificar y estructurar, pero hay un peligro... sustituir pensar por vivir. Alejarnos de la vida misma. Y no hay que olvidar que vivir y pensar a la vez son incompatibles. Vivir es vivir. Vivir es despertar, no es otra cosa, ni otra realidad, es despertar a esta vida. Por eso la vida es tan importante porque es la oportunidad de despertar. De experimentar la energía vital que nos constituye y que está aquí mismo. No es algo que nos tienen que dar, no es algo a adquirir. Cuando la planta florece lo hace desde dentro, expresa con todo su ser lo que es en verdad su belleza interna y simplemente la deja salir, eso sí, con todos sus poros, en pura y perfecta concentración para sólo florecer.

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