ESPIRALES, instante a instante

Por esto redondeó el mundo hasta hacer de él una esfera…que es la más perfecta de las figuras…” 



Así se refiere Platón en su diálogo El Timeo a la acción del demiurgo buscando la forma más perfecta. A mí, en cambio, siempre me ha llamado más la atención el espiral. No soy matemático por lo que hablo sólo de símbolos. La esfera me transmite quietud, estabilidad, perfección, sin duda. Pero, como ser vivo en medio de la existencia en desarrollo, me identifico con el movimiento espiral. Es un círculo, sí. pero que avanza vuelta a vuelta hacia planos que están sobre el mismo eje, pero que representan distintos niveles.
Cuando miramos esta forma podemos ver evolución e involución. Apertura, integración de planos, pero también profundidad. La espiral es infinita, sí, puede seguir y seguir buscando sin cesar, pero su movimiento se reduce a un punto en el origen. Un punto que lo contiene todo y que no tiene forma. Un punto que es totalmente indetectable y que a la vez es capaz de iniciar un proceso que no termina nunca. Otra vuelta y otra....y otra más hasta el infinito.Cada vuelta es única. Y aunque pasa por las mismas coordenadas que la anterior, lo hace en otro nivel, ya no es lo mismo, es otro plano. Por eso representa el cambio, la fluidez, la impermanencia el movimiento. La conciencia de hoy, no es la de ayer. Ya han pasado cosas y experiencias que hacen que mi mirada hacia lo que me rodea tenga otra perspectiva. Cada instante es nuevo. y aunque en este punto tenga muchas circunvoluciones a mis espaldas como la concha del caracol, sin embargo, este punto es único con única mirada y con unas circunstancias que nunca se han dado. Ni mi cuerpo, ni nada de lo que me rodea es lo mismo. Una vez, escuchando una conferencia de Fidel Delgado, un psicólogo clínico que se define como titiripeuta, decía con mucha gracia: "ustedes se creen que están aquí, pero mientras digo estas palabras...ustedes están muy lejos de aquí, porque la tierra viaja a 108.000 km/h o sea 30 km/segundo, así que cuando digo que estoy aquí ya estoy 30 kilómetros hacia allí y así continuamente". Da que pensar.Nosotros nos debatimos constantemente entre la experiencia de que las cosas son o que están siendo. Parece simple, pero la diferencia tiene muchas consecuencias. La primera afirmación es la afirmación de la realidad independiente de nosotros. La famosa propuesta del filósofo inglés George Berkeley a este respecto ya en 1715 aproximadamente fue ¿existiría el ruido estrepitoso de un árbol derrumbándose en medio de un bosque si no hubiese alguien que lo oyera? Esto constituye la controversia empirista. Para este autor el mundo, lo real, sólo tiene entidad en nuestra percepción es decir, la realidad "está siendo" y además está siendo diferente para cada criatura que lo percibe, en función de su capacidad perceptiva. Y no sólo eso. Según posteriormente se deduciría del principio de indeterminación de Heisenberg, la observación de un fenómeno altera su naturaleza, como en el caso del experimento de doble rendija de T. Young, para los haces de electrones que muestran su doble naturaleza de onda y partícula y que actúan de diversa manera si son observados o no. Esto parece contradecir la experiencia que tenemos de que las cosas, la realidad está ahí cada mañana y que es la misma, invariable. Aunque sabemos que las cosas cambian, también tenemos la experiencia de que el cambio se realiza sobre una misma estructura que hace que pueda reconocer la silla de mi despacho todos los días a pesar de que haya habido cambios en la silla o en mí que la percibo.La experiencia zen tiene mucho que ver con esto. No tanto en el plano perceptivo o en la discusión bizantina de qué es antes el huevo o la gallina. No. Al zen no le interesa las especulaciones mentales, sino justamente salir de la mediación que la mente hace de nuestra experiencia. ¿Experimentamos la realidad o experimentamos lo que nuestra mente nos presenta de la realidad? Experimentar la realidad implica aceptar que la imagen que tengo de lo real viene de mi cuerpo y su capacidad de interactuar con el entorno a través de nuestro sistema nervioso. Entonces ¿Cómo puedo, desde este cerebro que es mi único instrumento de intercambio con el entorno, experimentar la realidad total y a la vez hacerlo fuera del marco interpretativo del mismo?Parece una contradicción. Y en cierto modo lo es. Siempre que identifiquemos cerebro con conciencia. La experiencia zen y la de muchas otras tradiciones contemplativas es que la conciencia está más allá del cerebro. Y que su verdadera naturaleza no está limitada por la percepción, ni por los individuos perceptores. La conciencia es esa espiral que contiene todos los infinitos círculos posibles pero contenidos en sí misma. Es el todo y la nada. Y nosotros como individuos pertenecemos a ese ser fluido de consciencia infinita reflejado en el tiempo durante un breve lápsus y a la vez siempre eterno. Pero ese lápsus, por pequeño que sea es la ocasión maravillosa de hacer presente esa conciencia infinita en nuestra materia vital. Y en eso consiste la práctica día por día. Hacer lo eterno presente en el tiempo. Tiempo y eternidad en un instante. Descender por la espiral de la conciencia hasta el punto inicial donde está todo y a la vez no hay nada.La experiencia zen valora cada instante, por rutinario que sea, por insignificante que sea, por aburrido o por ordinario que nos parezca como "EL INSTANTE". Ahora puedo experimentar la iluminación. Haciendo el café, dándome una ducha, haciendo el amor, regando el jardín, lavando los platos, recogiendo la caca del perro, padeciendo una enfermedad, en mi último aliento, todo es un pequeño punto de ese espiral infinito. Todo es el instante único y eterno, aquí y ahora




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