ECM

El otro día estuve viendo una conferencia sobre ECM en internet del Dr. José Miguel Gaona a quien sigo desde hace tiempo. ECM son las siglas en español de experiencias cercanas a la muerte.
En los últimos 30 años, desde que el Dr. R. Moody publicó su best seller "Vida después de la Vida" han sido muchos los estudios desde diversos ámbitos publicados sobre este fenómeno, no exento de polémica.
Los casos más sonados son el de Sam Parnia, ya que fue fruto de una muerte cerebral "controlada" debido a una operación compleja y el otro el del neurocirujano Dr. Alexander Eben, que fue portada de Newsweek.
Decía que me interesó la conferencia del Dr. Gaona por varios motivos. En primer lugar su síntesis, en segundo lugar su precisión del momento científico y de las investigaciones actuales y en tercer lugar su conclusión. Según el Dr. Gaona -y después de analizar detenidamente las descripciones de los fenómenos asociados a las ECM, tanto las más comunes y conocidas, como algunas variantes no tan conocidas- concluyó que el campo de investigación más importante ahora es el de profundizar en la naturaleza de la conciencia.
No puedo estar más de acuerdo con usted, Dr. Gaona. Las ECM sólo son un aspecto más del complejo mundo de la conciencia. Yo llevo muchos años investigando el campo de la conciencia mística y transpersonal. Evidentemente desde un punto de vista subjetivo, sin los instrumentos de objetivación que puede aportar un método e instrumentos de medición como los sistemas de neuroimagen o estudios de campo electromagnéticos etc. Pero es evidente que, hoy día estamos ante un reto equivalente al paso de la física clásica a la física cuántica.
La conciencia del ego, lo que hoy se llama autoconciencia, sería el equivalente a la física clásica. Nos sirve para explicar el día a día, y desde el punto de vista evolutivo está diseñado para la supervivencia. El ego es un sistema perceptivo eficaz para sobrevivir. Pero existen experiencias de un profundo contenido cognitivo y emocional que se dan fuera de ese marco-túnel del ego. Es decir que escapan a la conceptualización y al lenguaje, que tienen una resonancia emocional más allá del cuerpo o incluso sin el cuerpo.
Esto, que ha sido atestiguado por místicos de todas las tradiciones, también hoy lo vemos en las experiencias de personas que han sobrevivido a un colapso del sistema corporal. Evidentemente nunca sabremos dónde está el umbral y ese punto de no retorno. Por ello, siempre quedará la polémica de si realmente murieron o no. Evidentemente, con el concepto de muerte que manejamos, nadie ha vuelto para contar lo ocurrido. Es como si para poder retornar, aunque el cuerpo carezca de signos vitales, éstos lo son en función de la tecnología hoy disponible. Desconocemos si, a pesar de esos signos, existen niveles de latencia vital más allá de nuestros sistemas de medición. Y, por supuesto, seguimos desconociendo qué ocurre después. Pero lo que nos propone la investigación en este terreno es que existe una forma de conciencia que es posible en los límites del cuerpo. Y lo que es más interesante, nos hace pensar en cuál es el verdadero sentido del propio cuerpo.
En efecto, surge la pregunta si somos lo que vemos en el espejo. ¿Somos realmente este cuerpo que está cambiando continuamente? O más bien no será que este cuerpo es un fenómeno fluido en el que se manifiesta un campo de conciencia que trasciende este punto mínimo de materia fluida que existe por un brevísimo tiempo y desaparece. Entonces, qué soy yo. ¿Existe eso que llamo yo?
Los místicos nos hablan de la muerte del ego. De la expresión de lo uno. De la no diferencia.
Tenemos mucho que aprender y el tiempo vuela.

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