Felicidad más allá del ego

Cuadro de la exposición Pintores Pintados del Dr. José Enrique Otero

¿Qué es lo que nos hace infelices? Esta es una pregunta que está en la base de la experiencia de la humanidad. La aspiración de todo ser vivo es ser feliz, y no me refiero a la emoción de alegría, sino a la experiencia de que "todo va bien"; esa serena sensación de armonía y equilibrio, donde nada falta ni sobra. El verano, con su cálido aliento y sus días largos y llenos de luz nos invita especialmente a abrir nuestras sensaciones a esa búsqueda insaciable y sencilla de felicidad.

El otro día visité con gran curiosidad el trabajo de mi buen amigo y gran profesional de la salud mental el Dr. José Enrique Otero, que "en sus ratos libres", que imagino son muy pocos, se dedica a la artesanía de la pintura, como él mismo dice, para distinguirse humildemente de los pintores. Pues bien, la obra se titula "Pintores Pintados", se trata de una interpretación muy personal, cargada de humor y admiración hacia esos grandes de la pintura que en algún momento de su obra se autorretrataron, con quienes el Dr. Otero entabla un diálogo. Entre los muchos cuadros en los que releía los mencionados autorretratos, jugando con ellos con visión irónica y un tanto críptica en algunos casos  me sorprendió éste especialmente el autorretrato de Duchamp.

"La aspiración de todo ser vivo es ser feliz, y no me refiero a la emoción de alegría, sino a la experiencia de que todo va bien"

Se trata de un cuadro que nada más verlo me conectó con ese mundo interno, el mundo mental que nos acompaña permanentemente y que hace que cada momento de experiencia se vea teñido de un color emocional o de otro. El juego de perspectivas sobre el rostro del autor, en blanco y negro, contrasta con la mirada caída, sosegada y reflexiva del pintor-artesano que nos propone, a modo de espejo, contemplar la paradoja humana.


Es como si en nuestro interior hubiera muchos programas con los que nos enfrentamos al fluir de la experiencia momento a momento. Patrones creados en nuestro desarrollo personal con marcos interpretativos heredados que nos impiden ver la esencia, y que modelan la experiencia aun sin pretenderlo, dotándola de un color emocional u otro que se hace patente en cada momento.

Si ponemos el programa ejecutivo perdemos todo sentido de lo lúdico y nos apuramos por ver en la realidad lo eficiente, lo pragmático, lo rentable etc. Con ese programa es difícil percibir la belleza, la armonía..., Sin embargo, es necesario para que nuestra vida pueda seguir adelante. Si el programa que predomina es el boicoteador, entonces todo lo que vemos son obstáculos y dificultades. Nada es favorable, todo sale mal. Nos estamos culpando de todo y fijando sólo en aquello que hace que nuestra conducta nos empuje hacia derroteros de infelicidad. Si el que predomina es el programa protector entonces sobrevuela el miedo; el miedo al qué dirán, a sentirte diferente a que no te comprendan a que no te acojan, a ser rechazado. El miedo a enfermar, a ver dañada tu imagen, a perder credibilidad o autoridad o respeto etc.

Cada uno de estos patrones emocionales, creados continuamente según la circunstancia, son los que constituyen nuestra identidad. Cuando digo YO, ¿qué digo realmente? ¿digo el yo simpático apreciado por mis colegas y sostenido en la aceptación condescendiente? ¿o me refiero al yo humillado y dolido por la bronca del jefe, cargado de ira que no puedo expresar? Sin duda, que el yo lo siento como una unidad, pero en el fondo es un proceso dinámico que cambia instante a instante a una velocidad impresionante. Esto es lo que me suscita la visión del cuadro. Cierto es que veo un rostro sereno y lleno de color, que es la imagen que normalmente doy, pero detrás está el resto de mi vida, mis patrones y todo lo que me constituye como individuo separado de la realidad por cada visión parcial de la misma.

"Cada uno de estos patrones emocionales, creados continuamente según la circunstancia, son los que constituyen nuestra identidad"


El zen, nace de la necesidad de vivir experiencialmente la esencia de la realidad, ya que los filtros emocionales que hacen que la existencia adopte formas apetecibles o rechazables en nosotros nos esclavizan por medio del apego alejándonos de la anhelada felicidad. Y es que la felicidad no se puede lograr por la vía del deseo, porque este se fundamenta en la forma y la forma siempre es sustituida por otra y por otra y así el deseo es siempre insaciable.

La felicidad se va estableciendo paulatinamente en la medida en que se experimenta la realidad del vacío, es decir, de la esencia de la naturaleza de las cosas, tal y como son. Esta paradoja, de felicidad y vacío está muy lejos de nuestro inicial anhelo, ya que el ego, lo que busca es sustentación y permanencia, siendo, en cambio, esencialmente impermanente. 

No es extraño que prefiramos vivir en la fantasía y la ilusión, en el juego de afectos y desafectos de una realidad ficticia e insustancial como las imágenes de una película, pero que con su danza hipnótica nos mantienen como a niños con la mirada fija en la pantalla. No es extraño, ya que la alternativa es experimentar el vértigo de una luz cegadora que hace que todo desaparezca. 

El zen es deporte de riesgo

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