Lecciones de la vida cotidiana: Alzheimer

La vida es la gran maestra. En vísperas de cumplir años he pasado unos días cerca de mi padre, enfermo de Alzheimer. 


No cabe duda que todo lo que nos creemos, alentados por nuestro ego "narrativo", que continuamente está generando en nuestra mente ese sentido de ser nosotros mismos gracias a la repetición de historias personales, recuerdos, relaciones, autojuicios, comparaciones, deseos y rechazos etc., se desmonta en un instante ante esta enfermedad. Cuando contemplo a mi padre, casi despojado de sí mismo, con su limitada capacidad cognitiva orientada sólo por la emoción, sin juicios, sin palabras, sin casi nada....Sé que todo es una pura ilusión, un montaje bien llevado como una buena obra de teatro, que uno puede ver desde la tramoya y las luces.



nuestro ego "narrativo"  continuamente está generando en nuestra mente ese sentido de ser nosotros mismos


El otro día compartimos un pequeño paseo. Fue un contraste enorme. Para mí, ese paseo estaba cargado de recuerdos muy remotos. Extrañas sensaciones de infancia que conectaban con emociones lejanas en el tiempo. Para él, un vacío en el que cada detalle era una novedad. En un momento, después de compartir un café con churros, con los que disfrutó como si fuera la primera vez, nos sentamos a descansar en un banco, en el más hondo silencio. No había nada de lo que hablar los dos mirábamos al horizonte de la vega toledana, quizás sin ver nada, sólo percibiendo el sol entre los frondosos árboles, con la mirada relajada, perdiéndose en la lejanía y respirando dulcemente el aire de la mañana. 

Claro que yo aproveché ese momento para meditar, pero lo que aprendí es que, lo que para mí era un ejercicio por medio del cual, intencionalmente, me separaba un poco de ese ego constructor y me abandonaba al mero hecho de "estar siendo", para mi padre era su única posibilidad natural, dada su enfermedad. Sí, su ego se va apagando poco a poco. Y poco a poco su mente se hunde en el vacío, ausente de juicio y narración, comparación y discurso racional. Ahora lo que queda es el mero respirar. La enfermedad es muy cruel, porque nunca estamos preparados para perder lo que somos, o mejor dicho, lo que creemos ser. Los grandes maestros nos dicen: "quien se pierde a sí mismo se encuentra", pero necesitamos mucho entrenamiento para ser capaces de encontrar en esa pérdida y vacío. Por eso practico zen, para estar en condiciones de "encontrar" en la pérdida y el vacío de ego. Porque ahí es donde se manifiesta la verdad (tathagatha) de la realidad, donde ya no hay barreras, ni juicios, ni artificios de dignidad, honor, postura, clase social, o cualquier otro elemento de identidad en el que nos apoyamos. Ahí sólo está la realidad fluyendo y nosotros con ella. 


Los grandes maestros nos dicen: "quien se pierde a sí mismo se encuentra", pero necesitamos mucho entrenamiento para ser capaces de encontrar en esa pérdida y vacío.


Muchas veces pensamos que entender, adquirir sabiduría es una cuestión cognitiva, fruto de escuchar lecciones. Pero la vida enseña de otra manera. La vida te remueve las entrañas. La vida no usa teorías, simplemente te zarandea en lo más hondo de tus células, como el kiosaku: un golpe seco, una sensación que te atraviesa todo el cuerpo como una descarga eléctrica. Esto te conecta con la realidad aquí y ahora. Mente: fantasía. Mente: ilusión. ¡Basta ya de engaño! Zas. Aquí y ahora.
Os comparto este poema zen del rey vietnamita Tran Thai Tong:


¿Sabemos que es difícil,
difícil volver a cerrar
la puerta de la cárcel?
Desaparecidas las palabras y las frases
no queda apoyo alguno;
si no tenemos un buen caballo,
¿Cómo se podrá salir del trance
de modo tan admirable?

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