OTOÑO: PRESENCIA Y CAMBIO

Casi sin darnos cuenta el Otoño nos muestra el cambio continuo. 

La práctica de zazén consiste en reconocer lo que está fluyendo sin apegarse a nada de lo que surge. Por eso, la experiencia del otoño es especialmente inspiradora para la práctica. El otoño nos introduce en la paulatina desaparición. Desaparición de las hojas en los árboles, de las flores, de la luz... del calor. Todo nos habla de impermanencia y cambio. Un poema zen dice: 
“Los árboles meditan en otoño. Gracias a ello, florecen en primavera; dan sombra y frutos en el verano y se despojan de lo superfluo en otoño”.
Todo esto suena muy poético y soy consciente de que muchas personas que en estos momentos están envueltas en tribulaciones, viviendo los cambios con gran dolor y seguramente resistiéndose con esa frase que a todos nos taladra la mente: ¿Por qué a mí? quizás no la compartan.
La poesía zen no es una evasión de la realidad, sino una mirada al fondo de la misma. Se trata de un impulso irrefrenable a zambullirse en la realidad fluyendo con ella.

“Los árboles meditan en otoño. Gracias a ello, florecen en primavera; dan sombra y frutos en el verano y se despojan de lo superfluo en otoño”. 

El otoño nos muestra de forma muy explícita el desapego. Las plantas que exhibieron con hermosura su verdor y sus flores, simplemente reconocen que terminó su ciclo y que sólo podrán renovarse si ahora desaparecen. Este instante sólo será fresco y nuevo, si soy capaz de dejar que pase. ¡Cuánto nos cuesta soltar! La mente se fija a lo agradable que sentimos o experimentamos y lo queremos retener. Nos han educado en la posesión, en la permanente y compulsiva necesidad de tener. Pero pensémoslo bien, este impulso es una prueba de la verdadera naturaleza de nuestro ego. Somos vacío que intenta por todos los modos llenarse. Y como somos vacío infinito, nunca conseguimos saciar ese deseo permanente. El otoño nos invita especialmente a contemplar este despojarse, este desnudar la naturaleza de cada uno para observar su vacío esencial. Igual que el ojo del huracán alrededor del cual se mueven fuerzas inmensas pero su centro está vacío. Así es nuestro ego.

"Igual que el ojo del huracán alrededor del cual se mueven fuerzas inmensas pero su centro está vacío, así es nuestro ego"

La vida se convierte en una permanente tendencia a echar anclas, a levantar tiendas, a hacer altos en el camino, pero la vida nos presenta momento a momento que lo que nos retenía hace un rato, ha dejado de existir y sólo es nuestra mente la que se quedó pegada. El cambio nos tambalea y nos inquieta porque tenemos la creencia arraigada de que la realidad es permanente y que nuestro ego siempre va a estar ahí. Esta es la ilusión, Maya, el espejo que refleja la realidad pero que no permite tocarla ni olerla. El otoño es el tiempo en que la luz empieza a cambiar y se despide poco a poco. ¿Acaso no está claro? Sólo hay que volver hacia el interior, como hacen los árboles y las plantas, volver al centro, a la esencia, al núcleo que siempre permanece, a la fuente del vacío.

Si pensáis que escribo esto desde mi estabilidad...os comparto que este otoño, tengo que dejar mi casa y en este momento estoy entre cajas de mudanza sin saber bien dónde iremos en las próximas semanas. Sólo intento tener la atención en este momento y en este y en este y en este....

Comentarios

  1. Gracias Miguel... Tus cajas de mudanza me recuerdan que cuando aparentemente todo indica que decimos "adiós", en realidad lo único que sucede es que cambiamos de lugar, de forma....

    Gran abrazo

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