ZEN Y POLÍTICA

Aristóteles definía la política como "el arte de lo posible"

Hoy día tenemos la sensación de que es más bien el empeño en lo imposible. En ese sentido, los ciudadanos tenemos que asistir impávidos a una especie de diálogo de sordos entre nuestros representantes, que aparentan estar movidos únicamente por el sectarismo y la parcialidad y son incapaces de ir construyendo un conjunto de acciones comunes y consensuadas que den respuesta a los problemas que todos sabemos que están encima de la mesa. 
Cuando la palabra y el diálogo son infructuosos, quiere decir que el pensamiento está cautivo. Cautivo por la ambición, por el miedo, por la ideología rancia y por las creencias inmovilistas, y eso nos lleva a la ausencia de creatividad y de generosidad. 
No es una actitud extraña a la historia de la humanidad. En definitiva, sobre esa actitud se han construido los dogmatismos, la tiranía de las ideas y el pensamiento, sobre la vida y sobre la realidad. Cuando la mente, los prejuicios, los pensamiento reiterados y las creencias se convierten en un corsé que nos impide la libertad de movimiento, sólo queda lugar al silencio.

El zen es muy consciente de que la realidad nos genera confusión, porque nuestra mente se enreda en ella. La mente entra en esa especie de laberinto en el que las ideas se van cargando, poco a poco, de emociones que impiden la libertad y el equilibrio. Por eso en el zen se vuelve al cuerpo, se escucha y se comparte una postura en la que el cuerpo retome la sabiduría intrínseca. Se escuchan las "entrañas" y se deja la mente a un lado con su loco deambular. 
Es fácil pensar que el problema lo tienen los políticos. Pero ¿Acaso no reflejan ellos lo que todos vivimos en nuestro foro interno? ¿Por qué decimos que "en sociedad no hay que hablar de religión ni de política"? En efecto, se trata de dos áreas de nuestra vida que están preñadas de ideología y emoción. Mientras estemos bajo el peso del apego del me gusta, no me gusta. De las identidades que nos ponen los "ismos"; de los colores y los líderes, de los "partidos" (¡vaya nombre!, partido, roto, fragmentado) y no seamos capaces de mirar la realidad tal y como es, estaremos perdiendo la oportunidad de formar parte de la construcción del futuro y, en cambio, lo que venga será inevitable.
Si no cambiamos nosotros no cambiarán nuestros representantes, porque no podemos olvidar que ellos viven de nuestra proyección. Al buscar nuestro voto ellos se identifican con nosotros, son nuestra sombra. Pensémoslo. Si fuéramos más conscientes, más tolerantes, más pacíficos, más abiertos a la realidad dejándonos sorprender por soluciones y respuestas y no por ideologías, filias o fobias, ellos tendrían que cambiar por necesidad.
El maestro zen Thich Nhat Hanh dice: "Lo que nos falta no es una ideología o una doctrina que hayamos de aplicar para salvar el mundo. Lo que nos falta es la conciencia de lo que somos, de lo que es nuestra verdadera situación", esto no es patrimonio de las ideologías, ni siquiera del zen, es patrimonio del ser humano en cuanto tal. Te pertenece a ti y es tu derecho y tu responsabilidad y también la mía. Hoy te invito a romper la impotencia con la que observas el panorama como si fuera algo inevitable y a dar un salto hacia tu cotidianidad para ver a qué te agarras, cuáles son tus refugios ideológicos, aquello que piensas inamovible y seguro. Haz el ejercicio de intentar soltar esas amarras y buscar cauces de conexión compartida con la humanidad, más allá de las barreras. Aunque sólo sea en tu mente. Siéntete ser humano inserto en un mundo que nos pertenece. Quizás un día no muy lejano oigas a los políticos hablar de esto en sus mítines.

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