EL ARTE DE LO SUTIL

La práctica zen es el arte de lo sutil.

Cuando miramos esta maravilla de la naturaleza que es el diente de león sabemos que el más leve movimiento hace que las semillas voladoras se desprendan y en un instante se deshace la hermosa forma de globo de esta planta.

Algunas veces cuando practicamos meditación, en el fondo más oculto de nosotros mismos, puede surgir un sentimiento de complacencia, de sabernos diferentes, de haber sido capaces de superar dificultades físicas, mentales o emocionales y de, a pesar de ello, mantenernos firmes en el ejercicio. 
Cuando damos cabida a ese sentimiento es muchas veces porque nuestra práctica ya es avanzada y la meditación no supone un gran esfuerzo, sino un estado ecuánime y agradable que se mantiene de forma más o menos habitual. Pensamos que el trabajo ha merecido la pena, que hemos cosechado frutos de serenidad, paz, control de nosotros mismos, confianza en la vida etc. En definitiva, nos sentimos más felices y eso aumenta esa sutil sensación de haber superado las pruebas a  la vez nace una cierta complacencia en nosotros mismos. A esto el maestro zen Lin Chai (Rinzai) lo llamaba la "pestilencia del zen".

En efecto, esta sensación puede ser uno de los mayores obstáculos en la práctica porque no hay peligro mayor que el sutil apego a la práctica misma. A mi me gusta llamarlo "el arte de lo sutil". En este punto es donde comienza un tipo de ejercicio más sutil, más fino. No se trata de rechazar la complacencia, ni tampoco de quedarse en ella. Se trata, si se puede hablar de esta manera de suspender la base de sustento de la misma. De forma que, como ocurre con los fuegos de artificio, terminada la pólvora sólo queda el negro cielo. 

El ir y venir de las sensaciones tanto agradables como desagradables, tanto en la sentada como en el resto de los momentos del día se suceden como fuegos de artificio. De este modo la experiencia nace y muere en cada instante no teniendo lugar donde sustentarse. Entonces, sea cual sea la experiencia no hay expectativa. Entonces nuestra práctica pasa de ser "algo que yo hago" a darme cuenta de que estoy viviendo la fantasía de hacer algo, por algo y para alguien.

"La profunda y auténtica compasión no nace de nosotros tras un acto deliberado, sino que emerge en nuestra conciencia como una ola que pertenece al vacío existencial"

La profunda y auténtica compasión no nace de nosotros tras un acto deliberado, sino que emerge en nuestra conciencia como una ola que pertenece al vacío existencial, que es su esencia pura y cristalina y que al mismo tiempo constituye la nuestra porque no hay diferencia alguna.

Cuando en el zen hablamos de "liberación" significa salir de las estructuras mentales que nos hacen creer que la realidad se debate en la interacción de egos y sustancias que se entrechocan y provocan juicios, debates, luchas...sufrimiento. Salir de esos patrones no es un alguien que sale de un algo, sino experimentar que todo es un juego que existe un vínculo misterioso que nos hace a todos ser inseparablemente lo mismo  como la ola y el mar. A eso el zen lo llama comprensión de Sunyata o el vacío existencial. Somos como una nota que resalta en el silencio y parece tener una naturaleza propia y distinta del silencio pero que tras un tiempo vuelve a lo que es vuelve al silencio. 

El arte de lo sutil es no pretender que el diente de león siga siendo una esfera maravillosa teniendo sumo cuidado en evitar todo movimiento para mantener esa forma. El arte de lo sutil es aceptar que todo surja y desaparezca momento a momento viendo volar las semillas y sabiendo que pertenecen al universo. Hoy son una esfera perfecta, mañana...

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