BAD NEWS


Estamos rodeados de malas noticias. Desde que uno abre los ojos y "despierta" todos los medios de comunicación nos bombardean con malas noticias una y otra vez. Aunque recién escapemos de las pesadillas que nos han tenido atrapados emocionalmente durante el sueño, y aunque sintamos  el alivio de la no-realidad de lo vivido, aun cuando parezca muy real lo vívido en el momento en que las elucubraciones mentales nos sitúan en circunstancias insólitas en las que nuestro yo ficticio se siente a punto de desaparecer y lo interpretamos como muerte, ya que nuestra mente no tienen otra referencia, aun en esos momentos, es todavía más sorprendente encontrarnos con esas malas noticias. Sí, cuando hemos despertado con esa cierta amargura y poso de sensibilidad alterada, miramos el periódico, ponemos las noticias, encendemos la radio y escuchamos malas noticias.
De repente nos quedamos pegados a ese discurso narrativo en el que nos cuentan desgracias y más desgracias. Dolor, sufrimiento, muerte. Corrupción, crimen, falsas promesas, mentiras y otra vez desgracias. Si malas noticias y después más malas noticias.
Me pregunto, ¡¿porqué venden las malas noticias?! Solo tengo una respuesta. Porque cuanto peor les va a los demás mejor sensación me queda a mí.
Las malas noticias venden porque todos las compramos. Pero si hiciéramos el ejercicio de pensar lo bueno que tengo, lo bien que me va hoy. La suerte que tengo de tener una familia, o de tener salud, la que sea, mejor o peor, da igual, pero mientras pueda pensar en ello es que tengo salud. O bien, cualquier otra cosa que sea objeto de mi complacencia. Mejor dicho, mientras sea capaz de tener ternura por los que me rodean y sea capaz de complacerme en la naturaleza en la vida misma en el aire que respiro. Respirar con complacencia... mientra pueda hacer eso las malas noticias pierden su inercia de atracción y por ello pierden interés. Mientras no cambie nuestro punto de vista, seguirán vendiéndonos malas noticias y nosotros comprándolas. No hay que olvidar que detrás de esas malas noticias está nuestro vacío. El deseo oculto de que a los otros les vaya mal para sentir que nosotros estamos bien. Ahora bien, si somos capaces de no juzgar ni compararnos, dejarán de de atraernos las malas noticias. Seguro, el mundo dejará de regocijarse en el mal ajeno

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