SALIR DE LA CUEVA




Hace unos días que no escribo. Y aunque ha habido diversas razones, en último término, creo que ha sido fruto de una crisis de palabra. Escribir no es algo que me cueste. Al contrario. Los temas surgen, y la vida es tan rica, son tantas las circunstancias que hacen que la conciencia se fije y conecte con la experiencia de la presencia de ser en todo que hay muchas razones para escribir.
Pero durante este tiempo en que abría el blog y luego lo cerraba, he experimentado una y otra vez lo efímero de la experiencia. Una palabra, es como un fuego de artificio. Explota en mil colores centelleantes y luego se disuelve. Decir, es ya lo dicho y lo dicho ya pasó. Ni Buda ni Jesús escribieron nada. Somos los ignorantes los que nos atrevemos a escribir porque no soportamos la futilidad e impermanencia de la realidad. Queremos sujetarla entre las manos y disponer de ella una minuto después y luego otra vez y otra. Por eso hemos inventado la escritura para sujetar el pensamiento que es en sí mismo también fluido e impermanente. 
Esto es lo que llamo la crisis de la palabra. Hoy vuelvo a escribir. Pero de otra forma.
Ya no pretendo en modo alguno plasmar mi pensamiento, ni mi reflexión, ni mi análisis de los fenómenos que en sí mismos son impermanentes y se escapan de la realidad a cada instante, sino más bien dialogar con la vida misma y hacerlo en voz alta. Así tú también cuando lo leas podrás encontrar resonancias en el diálogo o divergencias, pero eso será tu tarea.
Hoy ilustra este post una cueva. Porque siempre la he sentido como un refugio con gran significado. Para mí es el retorno al inicio, la vuelta a la raíz, al origen, al eterno refugio. Sí, la cueva es símbolo de la muerte y de la vida como un punto de encuentro. Su oquedad es un círculo y el color es el negro. Boca de lobo, se dice. Sí es el color sin color, lo imperceptible, el vacío. Y eso es la puerta. El comienzo del viaje. El salto hacia lo desconocido. 
Platón situó en la cueva su teoría de las ideas, siendo la cueva un símbolo del acto perceptivo, y por lo mismo del mundo en que vivimos, la cueva es nuestro cerebro y la luz es la conciencia, los objetos son constructos de sombra proyectada en la bóveda de nuestra mente limitada.
Muchas veces me pregunto si ¿acaso no estaré dentro de una cueva en la que busco refugio imaginando el mundo desde una seguridad ficticia?
Los grandes maestros espirituales han descrito su experiencia como un parto, un nuevo nacimiento, salir de la cueva, despertar del sueño, percibir la luz, romper el huevo. Yo sigo buscando mi refugio y mi seguridad, pero poco a poco me incomoda más y más sentir que este refugio me impide ver la realidad. Que lo que miro, sólo es imagen fabricada y por tanto reflejo. Sigo mirando la luna en el lago impávida. Pero ya sé que es sólo un reflejo
Ahora entiendo la frase de Juan de la Cruz:
 "Llama de amor viva, que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro
pues ya no eres esquiva, 
acaba ya si quieres, 
rompe ya la tela de este dulce encuentro"

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