DOCTA IGNORANTIA

El búho ha sido siempre un símbolo de la sabiduría. ¿Será por su mirada penetrante?
Cuando lo miro, me fascina esa inmovilidad escrutadora. Penetrar con la mirada la naturaleza de la realidad, eso es sabiduría. 
A diferencia de la erudición, que es aumentar los conocimientos adquiridos de oídas y fijarlos en nuestra memoria, la sabiduría es penetrar en la esencia de la realidad.
La sabiduría es experiencia, es vida, es conciencia existencial.
En nuestra sociedad se sobrevalora el conocimiento y la erudición. Admiramos a las personas que opinan y discuten en tertulias. Nos impresiona la persona que es capaz de conversar con conocimiento de un tema y que tiene criterio a la hora de enjuiciar la realidad.

Durante muchos años yo mismo me he dedicado a estudiar y leer movido por una curiosidad insaciable, afinando pensamientos, estructurando teorías que expliquen la complejidad de la vida y, en especial, de la espiritualidad humana. Pero resulta, que el intelecto no puede comprenderse a sí mismo, de la misma manera que el martillo no puede golpearse a sí mismo. Comprender es abarcar es englobar y la mente no puede abarcarse a sí misma.
Nuestra mente analítica, basada en pensamientos, que son representaciones de la realidad parcelada a modo de codificación de la información contenida en la energía que constituye el universo, tiene que objetivar lo que conoce y hacerlo un otro. Esto es una "alteración" (viene de alter "otro" en latín) de la realidad. Por ello, la ciencia contemplativa encontró un camino diferente para adquirir la experiencia de lo real tal y como es. Se trataba del camino de la "docta ignorancia". 
Mientras que en Oriente tradiciones como el Zen huyen de la especulación y de la discusión filosófica para centrarse en la práctica meditativa y acrecentar la intuición de la experiencia pura, en Occidente también se ha cultivado la tradición contemplativa representada por Nicolás de Cusa, Maestro Ecckart, Ruysbroeck, Taulero o Juan de la Cruz, los cuales, aunque surgidos en un contexto religioso cristiano superaron el lenguaje simbólico para entrar en el terreno del silencio y la no conceptualización, practicando la "advertencia amorosa". Esta práctica no era otra cosa que una conciencia abierta al ser en cuanto tal, sino nombres ni conceptos especulativos. Para conseguir esta práctica era necesario "desaprender" y a esto lo denominaron "docta ignorantia".
La docta ignorancia trasciende el pensamiento. Es una forma de relativizar la visión del mundo que nos otorga la mente pensante. Estamos tan acostumbrados a creer que las cosas son como las pensamos que las creencias se estructuran de tal modo que "solidifican" la realidad, siendo que esta es fluida e impermanente. 
Aceptar en el plano cognitivo el contante cambio y mutación de todo supone una revolución en la experiencia ordinaria que produce vértigo. Preferimos "creer" que las cosas son y que son algo concreto y diferente de otras y así podemos manejarnos con ellas. Su apariencia es más práctica que su verdadera naturaleza, que en cierto modo nos crea confusión e incertidumbre. En definitiva, preferimos vivir en el sueño de nuestras representaciones y en el juego de los deseos y miedos, apegos y sufrimiento que en la verdadera naturaleza de la realidad.
Este es el reto humano. Esta es su grandeza. Debemos elegir entre erudición, ciencia, conocimiento...o sabiduría y docta ignorancia. Un modo de experimentar la realidad que trasciende todo pensamiento y toda emoción y que está presente en cada acto de la vida.

Entreme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.

Yo no supe dónde entraba
pero cuando allí me vi
sin saber dónde me estaba
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí
que me quedé no sabiendo 

toda ciencia trascendiendo. (Juan de la Cruz +1591)

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