¡LAVA TU CUENCO!

UN DISCÍPULO pregunta a su maestro (Zhao Zhou),maestro, acabo de entrar en este monasterio, por favor, instrúyeme. El maestro le responde, ¿ya has tomado tu desayuno? el discípulo responde: No maestro me importa sobre todo la instrucción. El maestro entonces le dice: Ve a desayunar.
Al día siguiente se repite la escena y el discípulo le dice: maestro instrúyeme en la iluminación. El maestro repite ¿Ya has tomado tu desayuno? El discípulo inmediatamente responde: Sí maestro ya lo tomé. Entonces el maestro lo mira intensamente creando una expectativa complaciente en el discípulo y le dice con serenidad, muy bien, entonces... lava tu cuenco.
Esta historia es la vida. Nuestra vida se consume en las expectativas. Miramos las cosas esperando que cambien, nuestra mente se devana en pensamientos sustitutorios de la realidad. Miles de posibilidades de lo que no es, para que el ego se pueda refugiar en un mundo creado a su gusto... pero que no es el que en ese momento está ahí. Por eso, el instrumento más sublime de nuestra especie: el pensamiento, se vuelve contra nosotros y es fuente de infelicidad. 

El pensamiento es un instrumento de posibilidades con tinte emocional. Es un creador de realidad virtual que nos permite tomar decisiones en el plano real, pero que no siempre se corresponde totalmente y de ahí la frustración. Por eso hemos afinado el instrumento reduciendo sus múltiples derivadas y hemos creado el pensamiento científico. Este pensamiento nos permite predecir y gracias a esto "modificar" nuestro entorno dentro de unos parámetros aceptables para crear comodidad y bienestar y una mayor adaptación. Como todo en el ser humano el uso exclusivo y potencialmente desarrollado de esta cualidad ha disminuido otras, haciendo que la "mirada" sea sólo exterior y no ha tenido en cuenta el proceso interno, por eso, el desarrollo tecnológico no ha resuelto los problemas existenciales. Seguimos sufriendo, envejeciendo y en último término muriendo.

Las tradiciones espirituales y en especial el zen nos abren a la realidad pura, al ser mismo.  Zazén es vivir "lo que es" lo que está delante de nosotros y con nosotros y en nosotros y sin nosotros. Zazén no es sólo el momento de la sentada. Sino una actitud vital que fluye a lo largo de la actividad en la que se desarrolla nuestra vida. Por eso en todas las tradiciones la meditación no está separada de la acción vital. No hay una antes y un después de meditar, sólo hay momentos con su acción correspondiente. Ni siquiera hay un "alguien" que actúa por algo. Lo que hay en este momento, ES. Y lo es incluyendo mi acción sin mi yo que piensa si lo hace o no. "!Lava tu cuenco¡" Eso es lo que importa. Pero hay que saber lavarlo. No basta lavarlo pensando: ¿Qué habrá querido decir el maestro?, a lo mejor no estoy capacitado para su enseñanza....
La enseñanza es "Lava tu cuenco". Es decir, cuando desayunes, desayuna, cuando laves lava. Pero lava como si te fuera la vida en ello. Lava los átomos por dentro. Lava el lavar mismo para que lavar sea también lavar el universo y a ti mismo, Lava y sé lavado a la vez.
Entonces te das cuenta de que no hay actos importante o superficiales. Acciones buenas o malas. Acciones rutinarias o solemnes. Todo eso son etiquetas. Lo que sí hay son acciones conscientes o inconscientes. Acciones desde la presencia o ausentes. Cuando nuestra mente se pierde en los pensamientos es como si dejara de vivir. 
Hoy he lavado los platos despacio. Hacer las cosas despacio o deprisa según convenga ayuda a fijar la atención. La práctica es un ejercicio que no termina, porque no es algo para salir de la vida, para evadirse, sino todo lo contrario es para intensificar la experiencia de vida. Lava tu cuenco, pero lávalo, lávalo de verdad.

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