CENTRO


Los centros nos atraen. En cierto modo cuando miramos algo que tiene un centro es como si nos produjese equilibrio, estabilidad y casi no podemos separar la mirada de ese efecto hipnótico que suscita un punto centrado hacia el que confluye algo. Movimiento estático. La historia del arte y en especial del arte espiritual está plagada de representaciones con-céntricas. Mandalas, pantocrator, bóvedas, ruedas del dharma, reinos de los mundos de la reencarnación etc. todo ello se expresa en una forma sencilla que nos atrapa: Un círculo con un centro.
Este símbolo es tan potente porque resuena con nuestra naturaleza a nivel subconsciente.
La postura de meditación nace de la experiencia del centro. Esto lleva tiempo. Al principio, uno está más pendiente de no moverse, de mantener la columna recta, de aguantar el dolor de piernas, o si éstas se duermen. Sin duda, la parte física del zen es un aprendizaje lento. Luego, poco a poco el cuerpo se va soltando, ablandando, soltando rigideces hasta que se empieza a sentir la fuerza del centro. El centro está en en el vientre, en lo que los chinos han denominado el Tan-Tien u océano de energía. Cuando en la meditación llevamos la atención a la respiración e introducimos la atención en el Tan-Tien, poco a poco todo se va centrando. Al igual que una rueda de bicicleta que al ajustar los tornillos y centrarla rueda sin dificultad. Esa es la sensación de estar centrado la ausencia de dificultad. La eficiencia energética. La meditación nos muestra muchas veces el desgaste de energía superflua que realizamos continuamente. Mi maestro Muichi Osaki dormía 4 horas porque su eficiencia energética era muy grande. Cuando estamos descentrados damos mucha rienda suelta a la dispersión mental. Lo que se conoce como Red Neuronal por Defecto. Que hace que nuestra mente vaya de un tema a otro sin control saltando de una imagen a otra y a otra etc. A veces, incluso pensamos que de este ir y venir nos surgen ideas geniales. Pero la realidad es que cuando estamos centrados mente, cuerpo y espíritu están en el centro coordinando sus dinámicas de forma armónica y entonces sentimos el fluir de la eficiencia de modo natural y unificado. La experiencia vivida del centro y expresada en cualquier símbolo se transforma en una fuerza continua que permanece a lo largo del día y más allá del rato de meditación. Con cada respiración se siente el centro y nos sentimos centrados. Y cuando la acción, sea la que sea, brota del centro no hay separación entre el que hace y la acción misma.
No salir del centro es no refugiarse en pensamientos especulativos, en pensar sobre la realidad y especular sobre qué sería mejor etc. El centro nos atrae como un remolino, como una fuerza misteriosa que cuando se contempla una y otra vez junto a la respiración se experimenta como un motor de la conciencia, como un impulso natural que nos vincula con la realidad no desde fuera sino desde dentro desde el punto de conexión interna, desde el misterio

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