AGUA VIVA


En nuestro imaginario ancestral, el agua ha significado la vida. No se trata de un símbolo aleatorio, es evidente que nuestra supervivencia como seres vivos ha estado vinculada al agua ya que somos mayormente agua, Pero, al igual que el agua fluye y nunca es la misma, no se detiene nunca y adopta la forma de cualquier recipiente con total flexibilidad, nuestro ser fluye igualmente sin detenerse un instante: de nuestro ser hoy hacia a nuestro ser después. Nunca somos lo mismo. Si tenéis alguna duda al respecto basta poner una fotografía vuestra de hace unos años en el espejo y ver la diferencia.

Una fuente constante de sufrimiento es resistirse al cambio. Al cambio de los años, sin duda, pero también al cambio de trabajo, al cambio de ciudad, al cambio de colegio, al cambio... Nuestra sociedad nos propone como modelo la estabilidad, la fijación a los principios inmutables. De jóvenes se busca la innovación, la mente es más flexible y dinámica, luego poco a poco uno se va resistiendo a cambiar, se acomoda en lo conocido y se vuelve conservador, que significa conservar lo que se conoce y afianzar el juicio en que lo conocido es lo mejor.

La resistencia al cambio nace del apego. De hecho, la palabra cambio, ya implica un apego, puesto que estamos comparando un estado anterior con otro posterior, un A y un B, por tanto una identificación con cada uno de ellos. Cuántas veces hemos oído: "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". La meditación zen nos coloca en el vértice del no cambio. Nos coloca en ese punto de equilibrio de lo que está siendo en cada momento. Este lugar es un lugar privilegiado; es como la cima de la montaña en la que ya ni se asciende ni se desciende, pero en el que no se puede uno detener. Por eso la práctica zen es siempre la misma y siempre distinta. La estética zen tiene una armonía constante y fija y a la vez nunca es igual, todo fluye sin detenerse un instante. El zen nos enseña a descubrir la armonía oculta en la realidad, la que no se ve a primera vista la que está detrás de los juicios de me gusta o no me gusta. Por eso en el fluir constante de la experiencia sin juicio, sin comparación el movimiento se detiene. Parece una contradicción pero no es así. Nosotros experimentamos el movimiento porque lo comparamos con un punto de referencia que consideramos inmóvil. Pero cuando se experimenta el fluir mismo desaparece el movimiento y se toca la eternidad. El instante único. Aristóteles lo llamó el motor inmóvil.

Comentarios

  1. Ahora mismo el cielo se está poniendo ocre en ciudad de Guatemala, se oyen a lo lejos truenos y se respira aire fresco circulando. Va a haber tormenta. Gracias Miguel!

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  2. Gracias a ti Sin duda el momento presente es un lujo cuando se presenta impactante

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