EL GUSTO ZEN


El fin de la práctica zen no es un estado a conseguir, ni una meta a alcanzar, sino ver simplemente lo que ya es. Ver en la realidad en su propia naturaleza.
La pregunta que nos hacemos a menudo es ¿Por qué tenemos tan afianzada una visión y experiencia de la realidad tan lejana de lo que es en realidad? ¿Por qué vivimos la experiencia bajo la ilusión? Sin duda estas preguntas pueden sorprendernos, pero más importante es el hecho de podernoslas hacer. Si no las pudiéramos  hacer viviríamos en la ilusión de forma permanente e irremediable con el consiguiente sufrimiento, pero al generar la duda en nosotros, al preguntarnos si podemos experimentar la realidad de otro modo abrimos una puerta hacia la experiencia de libertad que nace del alumbramiento de la sabiduría de la conciencia de ser, del puro ser.
A esto se le llama "el gusto zen de la realidad". Este gusto zen se muestra en la conciencia permanente de los pequeños detalles. En la forma de hablar, en el momento de hablar en las emociones que surgen tras los pensamientos, en cómo corto las verduras al cocinar o en cómo sirvo los platos.
No se trata de ser esclavo de una estética determinada sino ver en la relación con mi entorno cómo se manifiesta la conciencia que tengo de las cosas.
Gusto zen es conciencia plena. Aquí y ahora, cuando coloco mis zapatos antes de entrar al zendo, uno junto a otro y junto a otros. Mente cuerpo y espíritu: una misma cosa

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