LA OLA ES EL MAR


Esta mañana cuando nos hemos levantado no hemos podido evitar sentir la inmensidad del Océano Pacífico frente a nosotros. Sin duda, el nombre no se corresponde con su bravura y fuerza. En el horizonte se dibujaban las sombras de las olas como serpientes marinas, como lo que los antiguos llamaban Leviatán, nombre que ya de por sí da miedo. Y en la orilla, el rompiente transforma la sombra en luz, lo oscuro en blanco inmaculado, la serpenteante imagen deslizada en fuerza de espuma y energía desplegada casi sin límite.
Ante este paisaje matutino en mi interior ha brotado la voz del maestro Willigis: "la ola es el mar" Esta frase que resume su experiencia vital y que ha sido faro señero para tantas personas entre las que me incluyo. En efecto, la ola es el mar. No existe ola sin mar, no hay separación entre lo que parece una forma distinta con su serpenteante sombra, su aparente vitalidad, su encrespada expresión de autonomía y el mar inmenso que la sostiene.
La realidad es una. El ser es uno. Nuestras formas, lo que somos tú y yo y lo que sentimos tan independiente y tan autónomo no es sino una expresión puntual de ese fondo único e infinito que lo abarca todo y lo contiene todo. A esa realidad se la ha llamado "manas" "dios" "verdadera naturaleza" "espíritu" etc. Pero eso son sólo nombres. Lo verdaderamente importante es que en el fondo de la conciencia humana hay un punto de contacto con ese mar infinito, que a modo de ventanuco, permite que la infinita luz del vacío universal que todo lo sostiene penetre y manifieste la realidad de lo que uno verdaderamente es. No somos sólo una ola suelta e independiente, esto no es posible. Somos el mar infinito. Nuestra mente se agarra a las creencias que parcelan la realidad. Sin duda que estas creencias provienen de "lo práctico" de "lo consensuado" y lo "políticamente correcto". Las creencias que nos ponen ante los dioses como seres inferiores cargados de culpa, como si nos estuvieran examinando y juzgando continuamente, nos sirven para manipular la conducta de las personas, incluso para tener buenos ideales, pero no muestran la realidad tal y como es, y por tanto sólo son un bosquejo, un plano esquemático de la realidad que siempre es más, mucho más. La realidad es el vacío de toda forma que todo lo contiene. Uno de los textos cristiano más antiguos, el evangelio copto de Tomás dice:
Más bien, la soberanía existe dentro de vosotros y existe fuera de vosotros. {Quien se conoce a sí mismo la hallará; y cuando os conozcáis a vosotros mismos}, sabréis que sois los Hijos del Padre viviente.
En clave zen, esto equivale a decir que la forma es el vacío y que el vacío es la forma. Todas las tradiciones contemplativas han tocado la verdadera naturaleza de la realidad, el camino siempre es el mismo: conciencia y atención.

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