ILUMINACIÓN


Durante miles de años el ser humano ha tenido un anhelo de perfección, de salvación, de alcanzar un estado que le permitiera superar las limitaciones de cada día. Este anhelo se ha traducido en preceptos morales: "tengo que hacer y comportarme correctamente"; en prácticas ascéticas: "Tengo que controlar mis impulsos y mis emociones negativas"; en búsqueda de sabiduría: "Tengo que conocer bien las tradiciones espirituales para incorporarlas en mi vida" o bien en prácticas rituales que me conecten con el más allá de alguna manera y que me permita hacer este más acá un poco más llevadero. En el fondo queremos ver a nuestro yo puro y perfecto sin nada de lo que avergonzarnos.

Pero la verdad es que los grandes maestros espirituales nos han transmitido algo diferente. Todo está bien. Lo que hay es perfecto, porque es lo que hay. ¿Cómo poder combinar este anhelo de perfección con la experiencia espiritual de que todo es perfecto? Sólo hay una manera, cambiar la experiencia.

La iluminación zen es un cambio de perspectiva, no de realidad. El ejemplo es el de un mendigo al que en una noche de borrachera le cosen un diamante extraordinario en sus ropas harapientas, pero él no lo sabe. Su anhelo y su búsqueda son incesantes sin saber que lo que más busca y desea ya lo tienen consigo. Cuando se encuentra con el amigo que le cosió la preciada piedra y éste le revela el tesoro que posee, no adquiere nada que no tenía, sino que descubre lo que ha tenido siempre con él.

La iluminación es un cambio de experiencia, es un descubrimiento de lo que es. No es un estado especial de amor o afecto, ni una experiencia extrasensorial magnífica de conciencia expandida como si se hubiese ingerido una droga o un alucinógeno... No, es tan simple como ver lo de todos los días desde otro lugar, desde la simple experiencia de la conciencia pura que nos alumbra

No somos este ente limitado y falible. Eso es sólo el devenir pasajero...y cambia poco. Uno sigue con sus limitaciones, sus miedos, sus manías, y sus rabietas. La diferencia es que uno es consciente de ello, porque experimenta la consciencia en sí. Se hacen las mismas cosas, pero no se vive desde un yo que hace, sino desde la acción misma, sin juicio...pura consciencia en el hacer.

A esta experiencia se le ha llamado de muchas maneras: Mukti en el yoga  o en el vedanta advaita, iluminación en el budismo, reino de dios en el cristianismo, merkabá en la mística judía, embriagarse en la mística sufí etc. En cualquier caso no es distinto a la experiencia cotidiana  que tú y yo vivimos cada día, no es otra experiencia diferente, es otro punto de vista de lo mismo, Es vivir lo mismo en plenitud sin intermediarios sin interpretaciones sin discurso mental que nos separa de la sensación vivida, sin odio y sin amor y sin distinción entre ambos. Es la conciencia pura

Comentarios

  1. Me encanta Miguel !!

    Últimamente estoy encontrando paralelismos interesantes entre el zen y el pensamiento visual. Como si todo dependiera de si pensamos con los sentidos o con la razón... el todo es más que la suma de las partes... en el mundo de los sentidos todo está relacionado... empiezo a comprender en qué se parece dibujar y meditar. Cuando dibujas puedes llegar a ver lo que hay ;)

    ResponderEliminar
  2. Muy bonito post, da gusto leerte. Por cierto, por qué el nombre del blog?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El nombre del blog, corresponde a una secuencia zen titulada "la historia del Boyero". Son una serie de dibujos que representan el camino hacia la iluminación. El buey simboliza la verdadera esencia. Una vez que el boyero lo encuentra y consigue montarse sobre él, REGRESA AL MERCADO, es decir a la vida diaria. La práctica no nos saca de la vida, sino lo contrario. Un saludo

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

NADA FALTA NI SOBRA

EL MANANTIAL DE LA SABIDURÍA

BELLEZA ESCONDIDA.